«LA PLAZA DE TOROS DE CARTAGENA» por Julián Hernández Ibáñez

Hace unos días mi familia y yo, fuimos a pasar el día a Cartagena, que de Murcia está a tiro de piedra y que es una de mis debilidades. Me gusta Murcia y Cartagena, por encima de absurdas rivalidades, me encanta pasear por su puerto, por su casco antiguo y acabar como siempre que voy, a la vera de lo que fue en otro tiempo, una de las más bonitas plazas de toros que se han construido en España, y que hoy solo es una ruina que pasa desapercibida para todo el que pasa a su lado. El entorno y su emplazamiento, que era pura belleza, fue una de las causas que la hizo desaparecer, y nunca más volver a ser.

La plaza de toros de Cartagena, estaba construida sobre lo que fue antiguo circo romano, en el que doscientos años antes de Jesucristo, se celebraban gestas de gladiadores, luchas de fieras y derribo de toros bravos al uso. También se derramaba sangre humana, al igual que cientos de años después muchos toreros y picadores, la derramaron en su arena.

A mediados del siglo XIX y tras laboriosos trámites, por pertenecer los terrenos en los cuales se edificó la plaza, al ministerio de  guerra, fue concedido permiso para levantar una plaza de toros sobre lo que fue el anfiteatro romano.

El día 6 de junio de 1853 recibió el Ayuntamiento una Real Orden del Ministerio de la Guerra, fecha 27 de Mayo anterior en la que se autorizaba al presidente de la corporación municipal, para la edificación de la plaza de toros. Construyeron la plaza de toros brigadas de presidiarios del Penal de Cartagena, costando, no obstante esto, las susodichas obras, 165.000 pesetas. Su cabida era para 10.000 personas. La corrida de inauguración se celebró el sábado 5 de agosto de 1854, matando Francisco Arjona “Cuchares” y su hermano Manuel, seis toros de don Justo Hernández, de Madrid.

Durante el año 1856 no se celebraron corridas de toros a causa de una epidemia de cólera que azotó la ciudad. Sin interrupción, después se fueron celebrando corridas de toros, dándose todos los años corridas extraordinarias por la feria de la ciudad en los días 5 y 6 de agosto.

Como hechos más recordados, puedo apuntar, la cogida de Rafael Sánchez “Bebe” a consecuencia de la cual, perdió la pierna el citado diestro. Ocurrió el hecho el día 5 de agosto de 1888. Toreaban dicha corrida Salvador Sánchez «Frascuelo» y Rafael Guerra «Guerrita» con toros del Marqués del Saltillo. «Bebé » que iba de peón con «Frascuelo», tenía autorización de éste para practicar toda clase de suertes y alternar en los quites, pues veía el gran Salvador en el muchacho maneras de torero grande y de poder algún día ser competidor de «Guerrita”.

En la citada corrida y ocupando el quinto lugar salió el toro «Simbareto”, negro mulato, meano y gacho. A la salida del primer puyazo del picador «Chichi», tuvo «Bebé » la mala ocurrencia de cambiar al toro de rodillas acudiendo el bicho gazapeando, cargó la suerte el diestro y por no vaciar lo suficiente fue alcanzado por el muslo izquierdo donde sufriera lesión de tal importancia, que obligó a los médicos tener que amputarle la pierna izquierda, en vista de que se presentaban manchas gangrenosas en la extremidad lesionada. Así terminó la vida torera aquel célebre subalterno que prometía ser candidato a ser una figura importante.

También tiene esta plaza, su propia crónica negra particular, y es la muerte de dos víctimas del toreo en su arena, las del picador Medina y la del matador de toros Fermín Muñoz «Corchaito»; ocurridas el día 27 de Abril de 1913 (murió al día siguiente en Murcia), la primera y el 9 de agosto de 1914 la del segundo.

La muerte del picador Medina, está muy detallada, en esta historia taurómaca que escribí hace algún tiempo.

La de Corchaito bien merece una historia taurómaca particular, pero como adelanto, decirles, que ese 9 de agosto, se lidiaron toros de Félix Gómez, de Colmenar. Corchaíto, que había escuchado muchos aplausos por su valentía al capear de capote y muleta al segundo, le dio una gran estocada. Volvió a levantarse el toro y Fermín volvió a entrar a matar muy valiente y exponiendo mucho, cuando fue cogido por la ingle y elevado a gran altura. Ya en el suelo el toro le dio otra cornada en el pecho, que le atravesó el corazón. Conducido el diestro a la enfermería, cuando llegó, era ya cadáver. La muerte de este torero honrado y cabal, ocasionó un profundo pesar a la ciudad.

El último festejo fue el 30 de marzo de 1986, en el que participaron como espadas Raúl Aranda, Julio Robles y José Ortega Cano.

En el año 2008 comenzó el derribo parcial de la plaza de toros, y se permitió la excavación de los restos del anfiteatro romano y su conversión en un hermoso museo. 

Por Julián Hernández Ibáñez

Twitter: @julianhibanez

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