Muletazos con Historia: Nihil obstat

5044488819_4299ddaf2cEs de sobra conocido que la expresión latina precedente se ha usado y aún hoy día se usa en el ámbito eclesiástico para indicar que nada se opone a la impresión y posterior publicación de una obra porque su contenido no contradice los principios doctrinales y morales establecidos por la Iglesia a lo largo de la Historia.

Permítame el esforzado lector que comience con un canto a la libertad mi andadura en esta nueva sección histórica de la renovada etapa del periódico digital elmuletazo.com, a la que este humilde “escribidor y contador de historias” llega agradecido y, al mismo tiempo, responsabilizado por poder responder como se merece a la confianza depositada por un buen amigo, ejemplo de bravura y capacidad de superación, alanceado cual Toro de la Vega por el simple hecho de ejercer su libertad denunciando lo que considera injusto con el arma de su palabra. No en vano, la defensa de la libertad, una de las mayores conquistas del ser humano, ha de ser la primera regla de la prensa, y así lo ha sido en este periódico desde su fundación por el recordado Antonio González Barnés. A él también van dirigidas estas primeras líneas de una contribución que, además de intentar velar por la difícil tarea del mantenimiento de tan grande legado, pretenden servir de agradecimiento al apoyo prestado desde el principio por un murciano de corazón pero con sangre y parte del alma lorquina, a lo que comenzó siendo la utopía de dos jóvenes deseosos de hacer algo por la Lorca que les vio nacer devolviéndole el ágora de su pasado taurino, y no sólo taurino, que unos instantes de un fatídico día de mayo de 2011 le arrebataron, el coso de Sutullena. Quiero pensar que esta utopía cada vez se acerca más a la realidad entre otras cosas porque Antonio no parará de recordárselo todos los días desde el cielo al Cristo de los Toreros, que parece haber elegido entre sus discípulos a los miembros del Club Taurino de Lorca, erigidos en verdaderos apóstoles de la defensa de la tauromaquia.

Por todo ello, y por mi propia condición de lorquino, no podía empezar este anecdotario de otra manera que con Sutullena, para la primera fase de cuya rehabilitación el Ayuntamiento de Lorca anunció el pasado 9 de enero la concesión de la licencia de obras, según el proyecto presentado por la propiedad con un presupuesto por valor de 540.560 €, de los que parte serán financiados por el Plan Director de Recuperación del Patrimonio Histórico de Lorca, al tratarse de un edificio catalogado con un Grado 2 de protección por su importancia patrimonial. Permítame el lector la quizá licenciosa licencia de la duda sobre el camino que se abre tras lo que parece la dicha de la concesión de la dichosa licencia, pero me reservo la opinión y prefiero recordar cómo comenzó a escribirse la historia de tan histórico lugar.

Un 18 de enero de hace 125 años, la Sociedad Constructora y Propietaria de la Plaza de Toros, representada por José Abela y de la que formaban parte, entre otros, algunas personalidades de la sociedad local como Ramón Campos y probablemente el banquero Raimundo Ruano, quien venía persiguiendo el proyecto desde 1882, solicitaba a la corporación municipal, presidida por aquel entonces por D. Francisco de Paula Pelegrín Rodríguez, licencia para construir la citada plaza en “un trozo de tierra de su propiedad situado en la Diputación de Sutullena” con arreglo a los planos presentados de una obra que se ponía bajo la dirección del arquitecto provincial, el hellinero Justo Millán Espinosa, quien a la sazón había dirigido las obras de la Condomina, inaugurada cinco años antes. A tenor de las noticias de la prensa, la ilusión en la ciudad era desbordante por un proyecto que se antojaba muy beneficioso para el tejido económico y social de la misma, por lo que se proporcionó todo lo necesario para que las obras estuviesen finalizadas en el sorprendente plazo de seis meses, con el resultado de un recinto que por entonces contaba con cerca de 16.000 espectadores y gran armazón de madera en doble graderío. Los fastos de la inauguración, narrada con prolijidad por los cronistas, se prepararon para la tarde del 29 de junio. La ciudad se volcó con el acontecimiento y la jornada estuvo llena de celebraciones, acudiendo gente de todas partes gracias a la reciente inauguración el mismo año de la conexión por ferrocarril de los ramales de Alcantarilla-Lorca y de Lorca-Baza-Granada a través de un puente de hierro sobre el Guadalentín. Para la efeméride se eligieron seis nobles toros del duque de Veragua, ganadería de primera línea en la época, en un cartel compuesto por Rafael Molina “Lagartijo” y el sevillano de ascendencia lorquina Antonio Reverte, condición por la que el califa cordobés le cedió la lidia del primer toro de la nueva plaza, llena para la ocasión en una tarde de sofocante calor sólo mitigada por la arboleda de las alamedas. El despeje de plaza lo realizó Don Andrés Carvajal, que se desplazó desde Mazarrón con su yegua Sultana, muy admirada, y los toreros, sobre todo Reverte, fueron agasajados por los prohombres y las mujeres bien situadas de la sociedad local. Al día siguiente, con el cartel de casi completo, el propio Lagartijo y Rafael Guerra “Guerrita” lidiarían toros de Miura, cuatro nobles y dos “de mala sangre, de los miuras traidores”, según los cronistas. Las dos corridas fueron presididas por el alcalde Pelegrín, y tres meses después, el 21 de septiembre, se inauguraba en la calle Corredera la sede de lo que se puede considerar el antecedente del Club Taurino de la ciudad: el Círculo Taurino.

La inauguración del coso de Sutullena, como puede intuirse, se enmarcó en el contexto de un florecimiento socioeconómico y cultural de la ciudad y de su embellecimiento, materializado en edificios y construcciones varias, como el Teatro Guerra (1861), el Puente Viejo sobre el Guadalentín (1875), el Casino Artístico-Literario (1886), la Estación de Sutullena (1889), el Puente de Hierro (1891-92), la plaza de San Vicente, la reforma del palacio de los Condes de San Julián (1880), el palacete del Huerto Ruano (1890) y otras casonas de la ciudad, etc. Una auténtica transformación en toda regla de la Lorca del momento por la que los mandatos del alcalde Pelegrín pasarían con buen recuerdo a la memoria colectiva. Una “nueva Lorca”, surgida cual Ave Fénix de las cenizas de una crisis económica y política que alcanzó a más de la mitad de la centuria.

125 años después de aquellos acontecimientos y cuando han pasado casi seis de los terremotos del 11 de mayo de 2011 y de la riada de San Wenceslao del siguiente año, una “nueva Lorca” vuelve a erigirse sobre las cenizas de la anterior, altiva, aguerrida, luchadora y galante, como el carácter de sus gentes. Toda vez que las prioridades tras las catástrofes se han solucionado o se hallan en vías de solución y asistimos a la recuperación de parte del patrimonio y a la renovación de las infraestructuras dañadas, no se comprendería que se desaprovechase la oportunidad de perder un espacio para Lorca por la mezquindad de una propiedad a la que su abolengo y señorío no se lo perdonarían o por la inopia, miopía o falta de voluntad de un poder político al que sus representados tampoco se lo perdonarían. Dos Franciscos pasarían también a la Historia. Nihil obstat.

 

Diego Antonio Reinaldos Miñarro (Muletazos con historia)

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