No hay más remedio que llevarle la contraria a Joaquín Sabina. Para navegar en esto del toro, donde los olvidos son el pan de cada día, las injusticas un padrenuestro, las novedades una virtud y los puñales por la espalda un delito de sedición, los Peces de Ciudad (toreros) están obligados a volver al lugar donde han sido felices.
Que se lo digan a Paco Ureña. Que vuelve, pero no con la frente marchita, al camino de los cárdenos. El de Lorca, como Joaquín en su canción, luce los tatuajes de un pasado bucanero, por tanto, nadie le puede discutir su sitio en este barco, pese a que la prensa mal intencionada ya está dándole puntadas.
Para Ureña, el gris, es como su botella de ron. Y sus efectos para la historia, como aquella borrachera de toreo con “Murciano” de Adolfo, como aquella cogorza de entrega con “Pastelero” de Victorino, como aquella papalina de pureza con “Galapagueño” en Sevilla, antes de “Cobradiezmos”, como aquel debut con “Pobrecito” en la vieja Sutullena o el indulto de “Estudioso” en La Deseada.
Que llegue otro y le empate.
En Valencia el día de San José en mano a mano con Daniel Luque, y en Madrid, si nada se tuerce, con Emilio de Justo cerrando San Isidro, Ureña volverá a desafiar al oleaje sin timón ni timonel. 2023 se presenta interesante.
Fran Pérez @frantrapiotoros