El pasado sábado, nuestro queridísimo colaborador Marcía García, maestro de maestros, gloria de la cultura, la historia, las letras, la tauromaquia y la tradición de la Región de Murcia, y con más precisión de su pueblo del alma, pronunció el pregón de las fiestas mayores de Moratalla que cada año se celebran en honor al Stmo. Cristo del Rayo.
El acto, organizado por la Mayordomía Peña Miuras, contó con la presencia de las autoridades locales, con el alcalde de Moratalla, Jesús Amo, a la cabeza, y con un buen número de amigos y familiares de Marcial que le arroparon en un día tan especial para él.
Y es que además de pregonar las fiestas en el cuarto centenario de las mismas, Marcial tenía otro reto no menos importante, recuperar la vida y la fuerza para seguir caminando día a día. Recuperado afortunadamente de un grave accidente cerebro vascular, Marcial necesitaba volver a su sitio natural para sentirse vivo. Y a buena fe que lo consiguió.
Como un torero de los buenos, de esos que le gustan a él, templó con gracia y deleitó con la palabra como un maestro de luces por naturales. Sin duda, la fuerza para conseguir el reto la sacó su querido presentador, el TORERAZO con mayúsculas y también maestro Pepín Jiménez. En 1992, Marcial le presentó cuando se le encargó el pregón y en el 2022 Pepín le devolvía el cumplido. Solo con ese se respiraba señorío, respeto y se palpaba algo tan sutil y frágil como la amistad.

Para que quede patente para siempre, elmuletazo.com les ofrece íntegro, como los toros que quiere que se lidien en las plazas Marcial, el pregón del cuarto centenario de las fiestas mayores de Moratalla, donde el toro es un elemento indispensable:

“SALUDOS
Dignísimas autoridades, señoras, señores; queridos amigos todos: ¡Buenas noches!
Dice la letra del popular tango “… que veinte años no es nada”. Y es cierto.
Pero ¿y cuatro siglos, que es lo que celebramos?
Un montón de tacos de almanaque, vividos, con ansia y con presión, como debe hacerse en casos semejantes, Muchas generaciones esperando la ocasión, muchas ilusiones y muchos desengaños…
Pues llegó el día…
Permítanme que antes de comenzar empiece por el desgranado de agradecimientos:
-En primer lugar, a la Mayordomía que, después de este largo paréntesis, ha confiado en mí para esta alta tarea. Gracias, queridos amigos. Habéis dejado en mi pluma una gran responsabilidad, que no sé si sabré resolver. ¡Han pasado demasiadas cosas!
-En segundo -pero no menos importante- a Pepín Jiménez, el Maestro, en doble sentido: de pizarra y tiza, como el que les habla, por lo que es un entrañable colega; y, en el de mayúscula, el de sentido pleno de artista, único y singular. Torero de toreros. ¡Tantos años, tantas vivencias!
En 1992, año de efemérides, yo te presenté. Hoy, unos cuantos tacos de almanaque deshojados, tú, querido amigo, como aquí decimos: “me devuelves la pioná”.
Gracias.
Muchas gracias.
Personalmente, vengo de recuperar un grave problema: un ictus que me pudo llevar al reino de Hades, a buscar los asfódelos de recuerdos hermosos. Pero, a lo visto, aún no había llegado mi hora. Tengo que dejar bien claro el cariño y dedicación de Francis y Javi, mis hermanos, que, como dice el salmista, me acogieron “bajo la sombra de sus alas”, como clueca a pollito díscolo,
Afortunadamente, el “disco duro” de mi cerebro sigue ahí, con su carga de ideas, memoria y cosas y casos, hermosos y enriquecedores. Pero, mi seguridad se tambalea, cual borracho, por lo que tenéis que ser clementes con mis posibles errores. Sé que se espera mucho de mi verbo, cansado y triste, pero, no están los tiempos para abusar de él. La vida -sí, ésa que es bella- como dice Goytisolo, nos empuja como un aullido interminable, interminable…
Pero, no he venido a contaros problemas, que no acabaría, sino a pregonar este Centenario, que ya es el cuarto, con sus luces y sus sombras, cosas que se conservaron y otras, que han cambiado, pero siempre teniendo en cuenta lo que significan para sus vecinos.
FIESTAS MAYORES
Cuando todo un pueblo se decide adoptar un festejo como seña de identidad, ha sido porque el acontecimiento y sus circunstancias merecían la pena.
-1621 fue un año más para un pueblo joven, pero ya con sentido de su avenir. Hace relativamente poco que inició, como todas las tierras santiaguistas, el camino a su engrandecimiento desde la difícil época de tierra de frontera, basado en la agricultura y la explotación de los recursos naturales, como pastos y bosques. Así fue ganando en riqueza, mientras una pequeña minoría se fue haciendo con el poder concejil, eran los llamados “contiosos”, que además de la riqueza, se fue adueñando del poder de decisión política.
Una de las cosas primeras que hizo esta élite fue remodelar el viejo templo parroquial. Se había encargado, con grandes pretensiones, una nueva traza, que fuese digna de la población que crecía. Para ello, se recurrió a distintos maestros, para que dieran formas y planos, Francesco Fiorentino, discípulo de Michelángelo, fue uno de ellos que los entregó. Pero el rey le llamó a Granada para dirigir obras de su patrocinio y allí marchó, dejando su obra inconclusa, mas ya se encargó la corporación de buscar sustituto.
Los canteros, vascos y cántabros, formaban una minoría de gueto, ambulantes, a la caza y captura de contratos, pero con fuertes lazos familiares y corporativistas. Por aquí pasaron distintas cuadrillas, desde 1523, en las interminables obras de la parroquial. Enumerarlos sería prolijo e innecesario para el objeto del pregón.
Se comenzó a trabajar junto a la vieja obra, que tenía la disposición adaptada al terreno, sin respetar mucho las disposiciones litúrgicas, con una orientación muy particular: N-S.
La nueva obra intentó subsanar el fallo, comenzando una nueva cabecera en la orientación canónica, por lo que se podría compaginar obra y culto.
Como siempre, los dineros no andaban sobrados. Las obras no avanzaban al ritmo previsto. Además, las cosas políticas andaban revueltas. Parte de la aristocracia local se había alzado en Comunidad contra Carlos de Gante, el rey Carlos I, su señor natural, que andaba en sueños de mozalbete ambicioso.
Por otra parte, desde hacía un tiempo, se estaba inmerso en el proceso proceloso de un reparto de tierras, que disponía y autorizaba una distribución de dehesas comunales, con todo lo que ello supone de conflictos e intereses. Se conserva el documento con todas sus reclamaciones y condiciones.
Por esos mismos tiempos, los asuntos de las fiestas andaban en plena ebullición: las patronales en honor al Santo Aparecimiento y a Nuestra Señora de la Rogativa y el Remedio, se celebraban en sus respectivos santuarios, bajo la protección del concejo y la organización de las comisiones delegadas; la semana de san Miguel, se celebraba la feria, ocasión de tráficos y festejos al Aparecimiento en la villa, con solemnes rogativas del clero y frailes, por la salud y por la lluvia, que tanto importa en estas tierras sedientas; la Rogativa, en su santuario campesino, con gran aforo de fieles y devotos, que llegaban de las tierras limítrofes, disponiendo de soldadesca, para mantener el orden, y de uno de los dos alcaldes, con poder de juez, para dilucidar las contiendas que surgieran en el festejo; otras devociones, de arraigo o novedosas, que también tienen su octava…
Pero, las que el concejo hace suyas, por voto o por acuerdo, a concejo abierto, con el asenso de todos y cada uno de los cabezas de familia, que son los consultados, tienen un especial contenido.
El 15 de junio de 1621, se celebraba la octava del Corpus, el pueblo ocupaba hasta el agobio el cuerpo del edificio. La tormenta hacía tiempo que anunciaba su presencia por el lejano retronar, las nubes amenazadoras y el negror apocalíptico. Los rayos y centellas se desprendían de ellas con furor. Como una exhalación, por la abertura inconclusa de la bóveda, se coló una de ellas. Como una serpiente de fuego, culebreó por los sillares y nervios, viniendo a caer sobre el Cristo del Calvario con que se remataba el retablo mayor, recién trasladado de la capilla de igual nombre, hundida recientemente y pasado al nuevo emplazamiento.
El Cristo, pararrayos natural, por ser el cuerpo de mayor altura, recibe el impacto y la madera tiembla y se retuerce, pero no arde. La gente, aturdida, grita ¡Milagro!
El concejo, sentado en su bancada, toma nota del acontecimiento…
Presionados por el sentir popular, convocan a concejo abierto. Una solemne declaración establece el milagro y decide que, el año próximo, día y víspera, sean festivos en la villa, con declaración de perpetuo, en acción de gracias por no haber pasado nada grave en caso tan particular.
Así tenemos dos CUARTOS CENTENARIOS:
-El de 2021, conmemorando el milagro.
La parroquial anda en obras y las bóvedas sin cerrar. Hace unos años, Miguel de Madariaga, cantero vasco, de Gabiria, acaba de quedarse -1614- con el contrato de ampliación. Ha modificado el proyecto, dándole las trazas que tiene actualmente. Se han comprado casas para la ampliación y se excava en la falda del terreno en pendiente, se dinamitan rocas, se levantan nuevos muros…
-El de 2022, que recuerda la decisión del vecindario que, en 1622 y a concejo abierto, había acordado celebrar Fiestas Mayores, en agradecimiento por no haber ocurrido desgracias en el suceso, aparte del ennegrecimiento del Cristo citado.
Cuando la villa, como entidad, se compromete a la declaración de fiesta votiva, hay un claro deseo se asegurar personas y medios para el evento, frente a los obstáculos habituales. Así mismo, se pretende un embrión de organización, añadiendo el esfuerzo personal y material que el asunto requiere.
A lo largo de cuatro siglos, da tiempo para realizar muchas cosas. Como en todo acto humano, hay cosa que se mantienen y cosas que cambian. Entre las primeras, hay una delegación de funciones, la Mayordomía realiza un trabajo anual que le corresponde, por delegación y descargo del concejo. Por tanto, también recibe el apoyo legal y oficial, dando soporte a lo que se realiza. No obstante, cuando alguna vez se les “va la mano”, los Visitadores de las cuentas no dudan un momento: ¡que paguen el gasto!
Hay que llevar, libro de “Haber y Debe”, con asiento pormenorizado de entradas y salidas, que es revisado y aprobado -o no- por los correspondientes y competentes superiores santiaguistas. Pese al paso del tiempo y la incuria, hemos conservado un cuadernillo de cuentas. Va del 1671 a 1690. En él se registra minuciosamente como se organizan las fiestas y se toma las cuentas.
Nada de encierros.
Se mantienen elementos que han llegado hasta nuestros días: repiques de campanas, a cargo de los campaneros de la parroquia; música de dulzaina (pita, gaita, chirimía o chirimita, como también se les dice por aquí) y de capilla clásica, con bajones, trompas y órgano, al que pueden acompañar ministriles cantores; cohetes, carretillas y fuegos de artificio…
Hay otros que no han llegado a nuestra época, como las danzas de gitanos ante el Cristo, durante la procesión. A pesar de las prohibiciones posteriores, en aquella época era algo normal. Varios pueblos de Castilla, La Mancha y Extremadura (Cisneros (Palencia), Villacañas (Toledo), Cuevas de Velasco (Cuenca), Losar y Aldeanueva de la Vera (Cáceres), aún conservan la tradición de la danza, pero, esta vez de danzarines propios, con vestimenta adecuada y colorido brillante -con o sin bandera- bailan, entretejen cintas, tocan y entrechocan palos…
Las fuentes de financiación son de los vecinos y sus limosnas: las recogidas los lunes de puerta en puerta -hostiatim-, las que se dejan en testamentos y otras, de promesas y ofrendas. Así mismo, hay rentas fijas de propiedades de la Mayordomía, como la hacienda de El Estrecho de las Madrigueras, que suele arrendarse anualmente.
Se nombran, como el resto de oficiales, de sanjuandejunio a sanjuándejunio de cada año, 24 a 24 de dicho mes. Tienen delegación y compromiso del y ante el concejo, por el que se obligan a ejercer su “oficio” durante dicho periodo. Disponen de ayudas espirituales (indulgencias especiales, altar privilegiado) y materiales para su cometido. Una de ellas, “hacer el agosto”, pidiendo por eras donde se trilla o teniendo permiso para el espigueo, por cañadas y labrantíos.
Aunque, muy alegremente y sin base documental, algunos pretenden asociar los encierros al Cristo del Rayo. Nada más alejado de la realidad.
Hay datos suficientes para dicha actividad asociarla a estos hechos:
-Un origen, perfectamente registrado desde fines del XVI, asociado al culto que da la villa al Santísimo Aparecimiento, durante la semana de la Feria de san Miguel. Se conservan poderes para compra, condiciones e, incluso, cambios de animales, como el Toro de Vega-Llera, en Bogarra, que se llevó allí por necesidad de pastos, y, luego, se quedó en esta localidad serrana por conveniencias y compromisos.
-Durante el XVIII, en el barrio de El Castellar, será la Mayordomía de Nuestra Señora, la que organice dichas diversiones en los tiempos de la semi tolerancia de los Borbones, corridos “en cuerda”, preferentemente, como se hace en lugares comarcanos.
-Habrá que esperar al XIX, tras una serie de medidas antitaurinas (Aranda y Godoy), para que el encierro, siempre con toros, se ponga en el programa de las Fiestas Mayores, las únicas que tienen solvencia y autorización, con lo que ello significa.
Es el momento en que todo se integra tal y como lo conocemos, con su estructura tan parecida a la actual: ganado, pólvora, pita y elemento religioso, siempre tan ligado al culto a la imagen primitiva, al sermón -durante la función- y a la procesión con la talla sagrada, que se ha convertido en un palladivm protector, contra rayos y pedriscos, con sus capellanes que conjuran las tormentas, “nubes”, en el habla local.
-En el XX se pasa por momentos difíciles, pero también se alcanzan las cotas más altas. Fiestas de relumbrón y de dejar el pabellón muy alto. Fiestas que son envidia de los pueblos comarcanos, por su contenido y su organización, siempre con una fuerte tendencia a la improvisación y al no mantener un esqueleto similar de un año para otro. Cada Mayordomía ha buscado superarse a sí misma, a alcanzar una gran variedad de espectáculos y actividades de todo tipo. Como socarronamente se afirma: “-Aquí, la mayor tradición es que no haya tradición”.
-La centella impactó en la cabeza, según el sermón “Iris de Moratalla” de 1769, obra de fray Manuel Guardiola y Reina, patrocinada por don Diego de Reina y Marín. Todos ellos tienen ascendencia local, sobre todo el segundo, que paga el sermón y su impresión, como agradecimiento por su curación, que él atribuye a la protección divina. Cualquier intervención de este tipo es interesante para conocer las pequeñas cosas, la intrahistoria de una devoción tan antigua.
-Pero para aclarar éste y otros detalles al por menor, ya escribí un libro, largo y prolijo, en que se cuentan esas minucias, del que es resumen las líneas que les estoy facilitando. Hay veces que esto puede interesar al erudito detallista, pero menos al pueblo llano. Y aquí se trata de pueblo llano, de vecinos que están orgullosos de su tierra, de gentes que quieren ser protagonistas de un festejo cuatricentenario, del que se sienten agentes principales, con la razón del que paga y cree tener derecho a poder alardear de ello.
-El pregonero suele ser persona de tirón, mediático o profesional, con ascendencia, a ser posible, en algún apartado relacionado con el interés de la gente o del grupo que gobierna. En la antigüedad, el sermón podría asumir ese papel. Los predicadores eran de verbo florido y altisonante, plagados de latinismos y circunloquios. Lo importante era cantar las excelencias del Cristo y su papel de pararrayos divino, que asumía, una vez más, sobre sí mismo, los pecados del mundo. Solían venir profesionales del púlpito, con fama de crisóstomos (“boca de oro”) por la geografía de la oratoria religiosa. Y se les pagaba bien, en ocasiones, casi un tercio del presupuesto, que ya es decir.
Los otros, laicos, habrá que esperar a época moderna para que se nombren. Los hay de todos los tipos, habiendo llegado a fines del XX y actualidad en que se prefiere a personalidades políticas o famosos en cualquier campo, menos quien les habla. A ser posible, locales.
-Entre los pregoneros de corte literario han destacado, entre otros: Clemente García, alcalde de Murcia, presentado -1972- por su secretario, el moratallero Arsenio Navarro, que también lo sería en 2009; el alcalde Antonio Bódalo, lo sería en 1983, y, al año siguiente, su cuñado, el rector magnífico de la Universidad de Murcia, José Antonio Lozano Teruel, natural de la villa; el matador de toros “Pepín Jiménez” -1992- presentado por mí, esta noche se produce a la inversa; presidentes de la C.A. como Collado o María Antonia Martínez; escritores, como Castillo Puche y García Jiménez; comunicadores, como Manu Sánchez y Tico Medina…
(Pido perdón a los no nombrados, pero resultaría una larga lista).
Por tanto, es lugar y tiempo de entrar en lo que se espera de un pregón, por muy evidente que sea: hay que decir cosas que agraden el oído, proclamar soflamas, encender ánimos.
Son ya cuatro siglos de unas fiestas especiales, realizadas con entrega y pasión, con sus altos y bajos, sus luces y sombras, sus suspensiones y autorizaciones.
En mi afán de investigar datos para nuestra historia, he dedicado muchas horas al rastreo de legajos y documentos. Siempre con el ánimo y la esperanza de encontrar algo que aclarara mi inquietud por el conocimiento de nuestro pasado. Siempre con el deseo irrefrenable de darlo a conocer, no para mi fama personal, sino para conocimiento de los paisanos curiosos y de los aficionados a la Historia, así, con mayúsculas, la que se pone bajo la protección de la musa Clío.
He encontrado cosas muy interesantes, pero también datos que traen el ánimo a su lugar exacto, sin flocaduras ni falsos oropeles, desnudos, como dicen que ha de representarse la Verdad.
Quiero, para terminar, hacer unos comentarios que, espero se entiendan como eso, comentarios, no como crítica o consejos, que, a estas alturas, uno ni se atreve ni le gusta darlos.
Una de las innovaciones que va tomando forma en tiempos modernos es el acompañamiento del ganado en su desplazamiento de la dehesa donde pastan a la villa, siguiendo el viejo entramado de veredas y cordeles, cada vez más amenazado. Son momentos de revivir una vieja forma de vida, más idealizada que real, y de exhibir los caballos y jacas, que han proliferado desde los ochenta.
Recuerdo que, de niño, las vacas se guardaban en la posada de mi abuelo. No había más caballos que los de los gañanes. A veces, don Miguel de Architana entró a lomos de su toro domesticado, con el que también se pedían las llaves en La Caverina. Pero era la anécdota.
Después, decenas de caballistas, locales o de los otros pueblos con tradición de encierros, hacen la trashumancia completa. Son días de idealizar un rito, de revivir viejas modas, reales o soñadas. De zurrón y bota. De trasnochada y jarana, de prima y bordón.
Mientras, vaqueros y gañanes juegan su juego de cada día. Agrupan reses, preparan condumios, vigilan la majada. Nada puede quedar a la improvisación. Todo ha de realizarse como la rutina del rumiado de los animales que agrupan y relajan, que reparten y sosiegan. Ya llegarán las prisas, cuando, aún con la fresca, haya que arrear y emprender el fatigoso camino, por las huellas que dejaron otros, siglos atrás.
Así hasta llegar a La Canaleja, que, desde 1956, cede uso de descansadero el torero caravaqueño Pedro Barrera, gran amante de los encierros y de “los descamisaos”, que era como llamaba él a la gente más humilde, a los que también dejó el uso libre de la caza en dicho predio.
Con las primeras luces del 11, mientras la gente canta y baila “La Diana”, estallan los cohetes y gritan los vencejos, ellos comienzan el descenso. Durante el trayecto se irán incorporando el resto de gente madrugadora. Las campanas bailan alocadamente, con toque especial de gozo. Los amagos de salida de corredores dan tres o cuatro avisos, antes del verdadero, el de correr como un gamo para salvar el pellejo.
En toda su trayectoria y durante los cambios, los encierros han tenido distintos lugares de entrada, tantos como posibilidades da la estructura empinada del caserío y la servidumbre de los viales: Puerta Nueva, Pasico, Corredera, El Morterico, Carretera de Caravaca o de Calasparra, que ahora es la más apreciada por algunos, al ser la que permite el mejor lucimiento de caballistas y corredores. Para que ustedes tengan un punto de referencia, las actuales entradas de carreteras se comenzaron a construir a fines del XIX.
Antes el acceso a la villa se realizaba por otros lugares, por donde llegaban los viejos caminos y veredas, que han cambiado mucho. Además, la entrada se solía hacer sin gente en los alrededores, por temor y precaución de espantadas de los animales, tal como reflejan los documentos.
Vamos a pensar en lo que suponen los festejos para un pueblo como el nuestro. Vamos a plantearnos el darles cuerpo y estructura, con una personalidad propia, que así lo exige. Vamos a ir cambiando el dicho de la tradición. La anarquía en su planteamiento y la improvisación. Para eso ha de implicarse la autoridad local, garante del funcionamiento correcto de las cosas. Las mayordomías han de tener un mínimo de asuntos que deben darse cuenta, con inventarios o sin ellos, unas a otras. Tener un funcionamiento engarzado en lo principal y libre, en lo accesorio.
Seguramente así también se mantendrán otros cuatro siglos. En manos de la juventud está el asunto, que es muy importante y decisivo.
Me pido el ser pregonero también de ese evento, con antelación suficiente, no sea que se me adelante alguien.
Muchas gracias a todos, por vuestro cariño y vuestra paciencia.
¡Vivan las Fiestas Mayores!
¡Viva el Cristo del Rayo!
¡Viva Moratalla!
En ella, 2-jul-22
El pregonero, Marcial García,
Correspondiente de la R. A. Alfonso X el Sabio»