Me acuerdo de esa escena para la historia de la serie Juncal, donde el gran Paco Rabal, reconvertido en torero de Sevilla con sangre murciana en sus venas, llama al miedo por su nombre. Podemos rescatarla para lo que pasó el pasado viernes en los bajos de la plaza de toros de Murcia en la presentación de la Feria Taurina de Septiembre. El empresario Ángel Bernal, como hace todos los años, y es justo reconocerlo, abrió la posibilidad de hacerle preguntas sobre la feria que acaba de sacar a la luz pública:
«Ahora, con total normalidad, yo les contesto a las preguntas que me quieren hacer.»
En ese momento, algunos pensaron en el aperitivo que esperaba después, y en un septiembre por el callejón cual pavoneo, postureo o demás familia; en La Condomina, a la vez que el periodismo moría, se hizo el silencio. O, como diría Juncal: secreto, reserva, omisión, disimulo, ocultación, sigilo, misterio, prudencia, discreción o circunspección. Y no era Semana Santa.
Normal que el gerente de Toros Sureste respirara aliviado:
«Me quedo más tranquilo. Por lo menos, van las cosas por buen sitio.»
Sin embargo, la tauromaquia, en su día internacional, perdía vida. No sé yo si esa es la senda correcta. A nuestra cultura se le va el oxígeno cuando los aficionados se sienten defraudados, cuando no se emocionan o cuando no encuentran la sorpresa. Esto es, fundamentalmente, lo que mueve la fiesta de los toros, pero el sector está empeñado en darle la espalda para convertir el espectáculo en monótono y repetitivo.
Esa excusa tan murciana, interiorizada por la vieja guardia, de que el que se juega los cuartos puede organizar lo que le dé la gana, ya no vale. El que organiza debe ser consecuente, ir con los tiempos y pensar que los toreros que ahora llenan (que solo son dos) o tienen nombre se retirarán algún día y que, después, no va a conocer a los toreros ni la madre que los parió. Pero oye, lo mismo el sector está recogiendo sus últimas migajas y le tiene sin cuidado lo que pase de aquí a nada, con una ILP amenazante en el Congreso y el mundo del toro pensando que la tauromaquia se defiende sola o que una carta de Victorino Martín lo soluciona todo.
Yo echo de menos a «Rafaelillo»; veo incomprensible que el torero de la capital de la Región, con casi 30 años de alternativa a sus espaldas y con la retirada muy cerca, no esté anunciado en los carteles de su Feria de Murcia y de su plaza de La Condomina. Sí, que me digan eso de que no lleva a gente a la plaza, pero ¿Quién lleva ahora gente a la plaza si todos quieren torear a la vera de Morante y Roca Rey? ¿Lleva gente Castella? ¿Lleva gente Perera? Lo que pasa es que unos tienen buen patrón en los despachos y otro al pobre de «El Molinero».
Más de lo mismo le pasa a Antonio Puerta, que triunfó y no ha vuelto; a Filiberto, que, extrañamente, no ha debutado como matador de toros en La Condomina; o a Emilio Serna, tan querido en Perú y tan olvidado en su tierra. Tienen la mala suerte de ser de Murcia; si fueran de Albacete, pues en alguna feria torearían, como hacen los toreros de allí.
Y lo de Jorge Martínez, pues no hay por dónde cogerlo. Un joven de la Región, con futuro, no puede permitirse una tarde sin triunfo, pero Daniel Luque puede torear las tardes que quiera, aunque en Murcia no sepan ni quién es, pero lo llevan Los Lozano.
Digo yo que, ya puestos, y sabiendo eso del poco arrastre de público, pues se prefiere ver a las novedades de Borja Jiménez, al que, según la prensa de Sevilla, ni han llamado; Fernando Adrián, que tan bien estuvo en Madrid hace unos días; o el triunfador de Sevilla, David de Miranda… Novedades frente al más de lo mismo y, por cierto, con mis respetos, la feria de Murcia, por su corta extensión, no es compatible con los dobletes. Al menos, lo hace Ureña, que duele menos siendo de aquí, aunque tendrá que justificarlo.
Y en la novillada echo de menos a Trigueros, que era una buena meta para volver tras su lesión en el brazo, o a «Angelín», que el chaval también lo merece y que, más que Zulueta, ya demostró en Calasparra el año pasado que va a llevar gente. Una sin caballos, o clase práctica, con los seis chavales murcianos más puestos tampoco hubiese sobrado.
No todo es catástrofe. Es bonito encontrarse con Marco Pérez, el niño torero que debutará en la Región como matador de toros. Esperemos que para el 20 de septiembre no esté ya quemado. Una joya de su calibre se dosifica. Llama soberanamente la atención cómo el chico lo tiene todo tan fácil y a otros les cuesta la vida. Pero el sector y sus cosas (pongan aquí el emoticono de los billetes).
Emilio de Justo y Juan Ortega suponen un soplo de aire fresco que se agradece, y ver a Morante es una obligación.
Termino el artículo reflexionando que quizá todo lo que he escrito no vale para nada. Me doy cuenta de que, pese al desencanto que tengo con la tauromaquia en general, la afición no se va; quizá por ello pierdo el tiempo escribiendo estas cosas. Aficionado seré siempre. Crítico con las injusticias, pues también. Y me vuelvo a acordar de Juncal:
«Cuando se acerque el aniversario de lo que tú ya sabes, Búfalo, no me lleves flores: llévame el programa oficial de la Feria de Abril.»
Y si puede ser el de Murcia, también, aunque me siga disgustando.
Por Fran Pérez @frantrapiotoros
