Una de las imágenes inolvidables de la pasada feria de Murcia, se produjo cuando Juan le cortó la coleta a su hermano José, al arrastrarse el cuarto novillo de la tarde. Allí se juntaron las lágrimas de los protagonistas con la sentida ovación del público puesto en pie y el reconocimiento de los compañeros. Sin lugar a dudas, el trofeo más grande que se puede llevar un torero es el respeto del aficionado y del profesional y eso se lo llevó en su corazón José Orenes “Maera”.
Muy pocos conocíamos la decisión del torero y reconozco que, desde que apareció por la puerta de cuadrillas hasta que abandonó la plaza, estuve pendiente de él. Quería imaginarme lo que sentiría el torero la última tarde en la que se ponía el vestido de torear, verde y azabache. Me gustó que su compañero de cuadrilla, a la hora de poner las banderillas al primer novillo, tuviera el detalle de dejarle ir por delante, aunque José tenía que banderillear en segundo lugar, pues era el tercero de la cuadrilla. Clavó un buen par y fue ovacionado y no me gustó que su jefe de filas, nos privara de verle parear otra vez, porque cambió el tercio. Con la puntilla estuvo certero, como siempre, contribuyendo al triunfo de su matador.
En su segundo novillo, volvió a lucirse en banderillas y el público le obligó a desmonterarse. Con la puntilla tampoco falló esta vez y acompañó a su matador de nuevo en la vuelta al ruedo con la oreja que le abría la puerta grande. Fue también un gran detalle que sus dos compañeros de cuadrilla dieran la vuelta unos pasos detrás, para dejarle el protagonismo y los aplausos al Maera. Terminada la vuelta, su hermano Juan, matador de toros, le cortó la coleta.
Maera es hijo de torero y ha mamado el toreo desde la cuna. El Maera padre, un romántico de otra época, con un porte de torero y una afición sin límites, trasmitió el veneno de ser torero a sus hijos, José y Juan, que siguieron los pasos de su padre, soñando con ser toreros y lograr el milagro de triunfar en esta profesión.
Muchos años llevan José y Juan soñando con ser toreros. Qué bonito tiene que ser querer ser torero, sentirse torero y soñar con algo que existe en tu mente, que es casi imposible, un milagro y que, pese a ello, se persigue y se anhela.
Conozco a José desde que, siendo un chaval, se apuntó a la recién creada Escuela Taurina de Murcia y participó en el primer festejo en el año 1988. Compañero y amigo de todos, lo intentó como novillero y, como había que llevar un sueldo a casa y las cosas estaban muy difíciles, cambió el oro por la plata y se hizo banderillero. Desde entonces hasta hoy, han pasado 36 años y les aseguro que, para aguantar en esto tantos años, hay que tener valor, sacrificio, forma física, capacidad y suerte. Como todos los que se visten de luces ha pagado su peaje de sangre. Fui testigo se su primer percance toreando un semental que le abrió el muslo y también de su cornada en Blanca; pero como dicen los toreros, las cornadas son medallas.
Torero sincero en el ruedo y en la vida. Hasta el mismísimo final ha sido dura su carrera, pero también hasta el mismo final ha sido un torero profesional y honrado. No le conocemos ni un mal gesto, ni una queja, sólo gratitud a una profesión a la que se entregó por completo y de la que tiene que sentirse orgulloso.
Disfruta de la vida, TORERO.

Por Juan Vicente Rubio
