FILIBERTO SE SIENTE «VIVO» EN LAS CAPEAS DE VILLACARRILLO

Toda la vida queriendo ser torero, y cuando se consigue (que eso ya es todo un reto), no te dejan serlo. Así está este mundo del toro para un gran puñado de jóvenes que tomaron la alternativa buscando el sueño de llegar a la cumbre taurina, que entrenan como si hicieran la temporada de Roca Rey, que esperan a que alguien se salga de los cotidiano y les dé una oportunidad, pero que, lamentablemente, no se visten de luces en todo el año.

Esa es la cara B del toreo, eso es el trasfondo que hay detrás de esas ferias de figuras (si se les puede llamar así porque se pueden contar con los dedos de una mano) que lo acaparan todo y que, si falla una por lesión o por enfermedad, se tiran como buitres para sustituirle. Y mientras, la afición con ganas de novedades, con el anhelo de ver en las plazas nuevos nombres que le den algo más de vida al escalafón e ilusión para acercarse a la taquilla.

Pero el sector, pasa del tema, le da igual la opinión y el deseo de los aficionados, siempre por encima de ello estará el interés, el complacer a los amigotes del mismo sector o agrupación empresarial. En lugar de poner al joven, siempre llegará el que tiene buen patrón o ganará la partida el del IMSERSO (vendiéndonos una reaparición cual limpieza de imagen y posterior llenado de cartera) para terminar quitándole el puesto al torero emergente, al local, al deseoso de mostrarse ante los públicos. Vamos, que si el fútbol fuera como el toreo en la Selección Española seguiría jugando Raúl González Blanco. Afortunadamente, el fútbol encontró a Luis Aragonés que fue capaz de romper con lo establecido, cosa que no se hace en el toreo, llevando a muchos toreros, mejores que algunos que van pavoneándose por las ferias, a la retirada o al ostracismo profesional.

Cuando no hay contratos, los toreros se buscan la vida para poder mantener un hilo directo con su profesión. En el banquillo taurino la preparación física y mental es fundamental, pero torear es la gran meta. Ponerse delante de la cara de un toro para no perder el sitio es fundamental, por eso muchos recorren las capeas que se celebran en diferentes pueblos de la piel de toro para intentar dejar una tanda, probarse ante animales por lo general espectaculares de presencia y sentir el crujido y admiración del público para, simplemente, sentirse vivos.

Este es el caso de Filiberto, torero de Calasparra, que ahora se cuece en Sanlúcar de Barrameda, junto a otros soñadores del toreo como él, esperando a que su momento llegue. El murciano no pierde la fe, sabe que algún día, si se lo permiten, puede cambiar la moneda.

Estos días ha participado de espontáneo en las capeas celebradas en Villacarrillo, enfrentándose a animales de buena presentación, corraleados y recortados (con la dificultad que eso implica) de Manuel Patón y Hermanos Domínguez Camacho. Como siempre, dejó su sello de clasicismo y pureza en las series que le dejaron pegar en estos festejos populares de esta localidad jiennense. Está preparado, tiene la edad, y pese a haber cumplido ya 8 años de alternativa, es toda una novedad. Señores empresarios no nos priven de su presencia en las plazas.

@elmuletazo

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