PACO UREÑA RESUCITA EL COSO DE SUTULLENA

Pese al desapacible día, frío, ventoso y amenazante de lluvia, una nueva rosa floreció en el pulmón de Lorca. El coquetísimo, centenario y remozado Coso de Sutullena volvía a abrir sus puertas tras 14 años sin acoger una corrida de toros al quedar en mal estado por sufrir la virulencia de los terremotos acaecidos en la Ciudad del Sol en el año 2011. Repleta de nuevo de vigorosidad, en la plaza de toros de Lorca se sintió la fragancia del toreo que desprende uno de sus hijos, al que un día, cuando este soñaba con ser torero, le encomendó la tarea de llevar por todo el planeta taurino su nombre. Paco Ureña lo ha conseguido, y en su encerrona con seis toros de diferentes ganaderías, ha dejado claro que a cada paso que da, a cada triunfo, a cada golpe sobre la mesa, por su corazón pasa la ciudad que le vio nacer y el escenario que le vio crecer, taurinamente y personalmente.

Llena la plaza y desbordantes las emociones, solo había espacio para la felicidad. Antes de hacer el paseíllo, por su cara se reflejaba la satisfacción. Seguro que la presión en su interior era brutal, pero en el patio de cuadrillas se le sentía como Hannibal en el Equipo A. Los planes habían salido bien, tan solo quedaba que se conjuntarán en el ruedo lorquino la magia de la embestida de un toro bravo y el temple de sus muñecas, tanto con el capote como con la muleta.

El toro de la inauguración, de nombre “Venturoso” con el hierro y la divisa de Juan Pedro Domecq fue una perita en dulce. Un toro, escaso de fuerza, pero con muy buenas intenciones. El animal quería más que podía. Ureña tiró de templanza, le abrió los caminos y se sacó sentidas tandas de muletazos por ambos pitones donde la expresión fue perfecta. Mostró el torero un estado de forma sensacional para afrontar los fuertes compromisos que se le avecinan en plazas de máxima categoría. El único, pero, la espada. Si llega a acertar con la tizona se hubiese llevado del tirón las dos orejas del toro que abre una nueva etapa en Sutullena.

El toro de “El Torero” fue bravo y, lógicamente, tuvo los problemas que trae la casta. No fue la tonta del bote y le pidió el carnet a un Ureña que dibujó un apretado y conjuntado quite por gaoneras. Paco le puso la muleta y poco a poco fue llegando el entendimiento con la res. El final de faena fue más redondo, el torero le apretó por bajo y el animal respondió. El pase de pecho fue superior. Tras una estocada desprendida cortó la primera oreja de la tarde y el primer trofeo de la Nueva Sutullena. Se desmonteró en este toro Antonio Cama tras colocar dos soberanos pares de banderillas.

El toro de Domingo Hernández, terciado, y con la presencia justita, respondió en el último tercio. Como no podía ser de otra manera, Paco aprovechó la circunstancia para dejar una faena notable con unas tandas al natural de gran corte. Aquí el torero mezcló la pureza con la garra para llegar al respetable, que, respondió, y se le volcó. Mató de una estocada fulminante y paseó las dos orejas y el rabo. El viento frío de la tarde se transformó y el calor llegó por fin a los tendidos.

Con el público con la merienda en la boca salió el toro de Victorino Martín. Un toraco. Una pintura que embistió al ralentí. Con un poco más de poder, incluso con el piso en mejores condiciones (parecía una playa en ciertas zonas, cuestión que se tendrá que mejorar para próximos festejos) el toro hubiese sido de escándalo. Pero, pese a ese lastre, se adivinó una embestida clara por el pitón izquierdo. Y los naturales brotaron como los pañuelos en los palcos de la Semana Santa, apasionados, pero con una cadencia infinita. Pureza exquisita del torero de Lorca que apreciaron los aficionados. Toreo para paladares experimentados. Si llega a matarlo al primer intento le corta las dos orejas. Pero se lio a pinchar.

El toro de Matilla que hizo quinto salió con ímpetu, pero pidió la UCI tras dos carreritas. Inválido de tomo y lomo que debió ser devuelto a los corrales. Nada pudo hacer con él el protagonista del festejo. Aquí pareó “El Charra” de manera formidable y saludó una emotiva ovación.

El cierraplaza, de Fuente Ymbro, fue bruto como su estampa. El animal no fue fácil, pero Ureña tiró de corazón y batalló con él sacando agua de donde parecía no haberla. Mató con acierto, los pañuelos afloraron y las dos orejas fueron a su esportón para cerrar el festejo con un balance de cinco orejas y un rabo.

El clamor se hizo presente en la Puerta Grande. Ureña, en Sábado de Gloria, había resucitado a Sutullena y ambos están llamados a que el milagro del toreo siga vigente por mucho tiempo en la Ciudad del Sol.

F. P @elmuletazo / Fotos: Paco Sastre

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