Era una tarde clave, de esas en las que hay que decir algo si o si, de cualquier manera, por lo civil o lo criminal. Cierto es que este torero no sabe dejarse nada en el hotel, ahí está la prueba, en su rostro, por si hay alguna duda; pero esto del toro es tan injusto que te lleva al olvido si, por lo que sea, las cosas no ruedan, o por si en los despachos de los “taurinos” pone uno en valor su profesión. El público, que es soberano, sabe de las emociones fuertes que se viven cuando está en la plaza, pero nos da la sensación que últimamente desde el mismo sector taurino le han tocado demasiado los cataplines a Paco Ureña.
El de Lorca ha contestado de la mejor manera en la que puede hacerlo un torero. “Oigan ¿Qué me dejan fuera de las ferias? (Véase Sevilla, Pamplona, Feria de Julio de Valencia) Pues hoy me visto yo de rosa y oro”. El color de la guerra, de su batalla particular. Así, de esa guisa, ha conseguido salir victorioso de las mayores afrentas que se le han presentado, resurgió como torero en una Feria de Otoño, reapareció en Valencia superando la adversidad y, de nuevo, otra vez en Madrid, su plaza, en la última corrida de la Feria de San Isidro, les ha dicho a algunos que sigue aquí. Tremendo tapabocas.
Pero claro, no solo un vestido es capaz de obrar la gesta, dentro de él tiene que habitar una de las mejores cualidades. Sabíamos que, en La Escucha de Lorca, pedanía natal del torero, crecen los mejores cultivos, que sus gentes sus maravillosas y sencillas, pero ayer hubo otra revelación, la confirmación oficial de lo que era un secreto a voces; entre cañizos y tomates se fraguó el valor del torero de los huevos de oro. «¡Qué huevazos tienes!», le decía un miembro de su cuadrilla cuando este aguantaba como un junco, doblado por la mitad, pero sabiendo que hay que seguir en pie contra viento y marea.
La tempestad la puso el primer Victorino de la tarde que abría la Corrida de la Prensa. “Playero”, como dice el maestro Ruiz Miguel, era de esos animales que le guardan los melones de la finca al hijo del recordado paleto. Ureña sabía que era un traicionero, pero se puso ahí, mimándolo como si fuera bueno. El animal pasaba haciéndose el tontito, pero el público notaba las aviesas intenciones del bicho, y el torero más cuando se quedaba debajo en los intentos de torear al natural. Y en un descuido, el drama. Doce segundos de angustia entre los pitones y las pezuñas del toro. Nadie, ningún capote era capaz de frenar las intenciones a lo “Txapote” de Victorino. Ureña, afortunadamente, salió vivo del atentado. Un milagro reflejado en un tremendo golpe en la frente y un mapa de cardenales por el cuerpo. Pero todo terrorista, como el bicho de Victorino, vuelve a intentar hacer su trabajo. Ureña se tiró de verdad con la espada y salió prendido por la chaquetilla. El animal le paso el pitón por la yugular, lo zarandeó y lo dejó tirado como un trapo en el suelo. De nuevo, otra vez, se obró el milagro. La estocada quedó atravesada y Ureña, grogui, acertó con el descabello en el primer intento desencadenado una petición abrumadora de oreja. La emoción en la plaza, en los corazones del público y la frialdad en un presidente que no sacó el pañuelo y que ha concedido orejas de infinito menor fuste esta feria. A Ureña se lo ponen siempre difícil, hasta los usías.
“Esclavino”, hijo de “Cobradiezmos”, toro ilustre indultado en Sevilla, fue otra historia. Un Victorino para torear. Aquí Ureña dejó una notable faena por el pitón derecho, estando a la altura del toro, llevándolo largo y humillado y rematando las tandas con pases de pecho tremendos. Por el izquierdo se justificó el torero, pero bien es verdad, que, por ese pitón, el animal era de mucha peor condición. Lo exprimió Ureña por el pitón bueno, lo mató de pinchazo y estocada y paseo una oreja tras aviso. En ese momento todos pensamos que el presidente, acomplejado, le había robado la Puerta Grande negándole el trofeo en el primero de su lote.
A Paco le quedaba otra bala, la de “Gallego”, pero este resultó ser un narcotraficante del peligro. Un animal distraído, con mucho sentido, con el que Paco Ureña volvió a quedarse muy quieto. Otra muestra de la gasolina que le queda a la entrepierna. Brutal el de Lorca. Aquí tampoco se libró de la voltereta, de la que salió también milagrosamente sin heridas de importancia. Y luego, a la hora de matar, de nuevo otra escena épica, otro momento de peligro. El de las pipas se arruinó ayer con él. Dejó una media estocada que afectó mucho al toro, pero este, se aguantó la muerte. Madrid recompensó a Ureña con una ovación.
Aunque no hubo salida a hombros, la fuerte ovación con la que se le despidió fue la mejor constatación de que lo que había puesto en la tarde se había quedado muy dentro de los aficionados. Ahora se tendrá que ver si a los empresarios se les ha quedado también dentro. De momento lo han dejado fuera de la Beneficencia.
Las urnas para la votación de la oreja de oro que concede la asociación de la prensa estaban llenas de papeletas con su nombre, por lo que no sería de extrañar que pronto se anuncie que es ganador de tal honor. Su compañero de tarde, Emilio de Justo, no tuvo su mejor tarde, dejémoslo ahí, ya que tuvo dos toros, cuarto y sexto, para poner la Feria de San Isidro a sus pies.
F.P @elmuletazo
